El amor al prójimo es el segundo pero no secundario sino que va de la mano con el amor a Dios. Nadie puede amar a Dios a quien no ve si no ama a su hermano a quien ve. El amor entra por los ojos aunque se diga que es ciego. Cuando despreciamos a los demás o los etiquetamos como enemigos, pecadores, herejes, blasfemos, asquerosos, o de cualquier otra forma y su humanidad queda relegada... entonces Dios queda eclipsado y solo brilla aquello que es oscuro, el caos. No nos dejemos atrapar por el mal; abramos el corazón a la luz de Dios.
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