Todo el día me lo preguntan. Y yo les respondo - con el evangelio en la mano- que no está aquí o allí sino en ti. En ti está Dios, a pesar de tu maldad, de tus agujeros negros que absorben la luz primigenia. Su estar en ti hace posible tu existir, tu salir de los vericuetos de tu ombligo y encontrarte con el desconocido, exiliado, transeúnte, en los que la apariencia desconcierta y nos descubre nuestra posible falta de fe.