Dios es la cima de nuestra vida. La meta de nuestra peregrinación. Su monte es una altura hermosa. Su subida genera libertad y nos hace conscientes de las ataduras que nos detienen en nuestras bajezas. Su Majestad no nos destruye sino que nos eleva y nos hace caminar superando obstáculos y resistencias. El Horeb, el Sinaí, representa el encuentro con Dios, el alejamiento del mal, el acercamiento a la fuente de vida.
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