La luz del día es gratis. Si seguimos el ritmo de la naturaleza no gastaríamos tanto dinero y seriamos más ecológicos, más felices. Estaríamos más en consonancia con el proyecto originario de Dios sin por ello renegar del progreso. Nos conviene ponernos en el ritmo de Dios, en la senda lenta pero constante de los latidos cósmicos.
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