Ya no se trata solo de su propia persona, la de Jesús, que con su poder taumatúrgico va sembrando el bien, curando, enseñando con palabras que llevan paz y cordura. Su manto, la orla de su manto cura a los que la tocan con fe, con ansías de ser alcanzados por su misterio de vida. Con solo tocarle su manto con fe alcanzaremos aquello que nos desangra interiormente y nos impide vivir con normalidad en medio del pueblo.
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