No vivimos a la defensiva. Al contrario estamos alli donde el viento golpea la cara y los olores son insoportables. No nos refugiamos. Queremos ir de frente y dar la cara por Jesucristo. Vamos, caminando, sin otro defensor que el Espíritu que tintinea en el silencio de nuestros pasos y grita en lo más profundo de nuestro corazón.
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