No pretendo grandezas que superan mi capacidad. Acallo y modero mis deseos como un niño en brazos de su madre.
Estar en los brazos de la madre, de la madre de Jesús y del discípulo amado, no es una regresión, una infantilada. Es situarse en el principio que nos origina en la fe y en el vivir. Es situarse en cruz para resucitar.
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