La llamada de Dios se realiza ya en el seno materno. En lo oculto de la formación de la vida, en ese imperceptible desarrollo, diminuto e imparable, está presente el misterio de Dios. El reconocimiento de su presencia delicada y cuidadosa en los primores de la vida, la del Dios que susurra nombres, es el descubrimiento precioso de que nuestra existencia no solo se sustenta en nuestros conocimientos y proyectos sino también en una Palabra de Dios que ha tejido los hilos mas sutiles que nos conforman.
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